lunes, 5 de noviembre de 2007

La bruja que no sabía solfeo.


La fiesta de cumpleaños de Cristina había sido la mejor fiesta del año. Había tenido como temática Halloween y la celebraron en la casa de la abuela de Cris que tiene un jardín muy grande ¡hasta con columpios!, y ella había invitado a toda su clase de 3.º de Primaria del Colegio San Lorenzo más algunos amiguitos y familiares.

La hermana de Cris, Ali, había preparado toda clase de juegos divertidos: el juego del susto, el juego de la momia, y otros más. Todo estaba muy bien decorado con adornos que asustaban, la mamá de Cris preparó meriendas que también daban miedo, como las salchichas que parecían dedos muertos o los sandwiches ataudes.

Los niños habían acudido disfrazados de brujas, monstruos, diablos o esqueletos.

A pesar de que era la fiesta la fiesta de las brujas por excelencia, y había que pasar miedo, todos se divirtieron tanto tanto que nadie pasó susto, y esa noche ninguno tuvo pesadillas.

Eso enfadó mucho a la Bruja de las Pesadillas.

Es una bruja de lo más feo, con tantas verrugas en la cara que apenas se le ven los ojos, que los tiene pequeños, brillantes y crueles.

Como no le quedan apenas dientes, a fuerza de morder huesos de niños que secuestra y cuece en su puchero gigante, tiene los labios metidos hacia dentro y la barbilla le queda tan puntiaguda que puede rascar mejillones con ella.

Esa Bruja disfruta sobre todo en Halloween. Los niños pasan tanto miedo disfrazándose, contando historias de terror y pensando en monstruos, fantasmas y brujas, que esa noche tienen muchos malos sueños. Y esta Bruja se alimenta de ellos.
¡Pero los niños que habían ido a la fiesta de Cris no habían tenido ninguna pesadilla!
Es más, llegaron tan cansados y contentos a sus casas que durmieron a pierna suelta toda la noche. Esos niños ya no tenían miedo por Halloween.

Por eso la Bruja decidió vengarse de Cristina. No podía permitir que los niños dejaran de tener pesadillas.

La semana siguiente al cumpleaños, en su cole decidieron celebrar también una fiesta de Halloween. Los niños de la clase de Cris aprovecharon los disfraces que habían llevado a su fiesta y acudieron al colegio disfrazados por la tarde con ellos.
Fue una fiesta también divertida, y ninguno de los niños pasó miedo.

En uno de los juegos, jugaron al escondite, y Cris, disfrazada de bruja, se quedó contando, mientras sus compañeros se escondían por todo el edificio, un precioso torreón muy antiguo, reconvertido en colegio.

Cuando Cris terminó de contar, notó algo extraño. No oía nada. Claro que sus compañeros debían haberse escondido, pero ya sabemos todos que cuando los niños juegan al escondite siempre se escuchan risas apagadas…y no se oía nada. Es más, Cris notaba que de pronto el edificio, siempre tan cálido con madera por todas partes, se había vuelto frío. Todo estaba frío y callado. Y Cris empezó a asustarse.

Buscó y buscó a sus compañeros, pero no consiguió encontrar a ninguno de ellos. Tampoco aparecía su profesora, que se llamaba como ella. Eso era todavía más raro. Allí pasaba algo.

Volvió a su clase y empezó a llamar a sus compañeros a gritos, pero nadie respondía. Cuando estaba tan asustada que empezó a llorar, una risa cruel bajo un sombrero horroroso de bruja se escuchó en el patio al que daban las ventanas de su clase: ¡Era la Bruja de las Pesadillas!


-- Jeje, por fin he conseguido asustarte, pequeña entrometida – le dijo.

-- No te entiendo – le respondió Cris.-- ¿Dónde está todo el mundo? ¿Le has hecho algo?

-- Claro. Les he secuestrado. Tú me has quitado mis pesadillas con esa tonta fiesta tuya donde todos se divirtieron tanto, y yo te he quitado a tus amigos. Y ahora tú estás asustada. Te lo mereces, por no respetarme.

--¡¡No es justo!! – protestó Cris – Si tú no sabes hacer bien tu trabajo de bruja, no es justo que me quieras castigar a mí y a mis amigos. Eres una bruja inúti, yo no tengo la culpa.

-- ¿¿¿Qué soy una bruja inútil???—se enfadó aún más la Bruja-- ¡Soy tan capaz como cualquiera, niña sabiondilla! Soy capaz de hacer todo lo que hacen las demás brujas, o cualquier otra persona y mejor.

-- ¿Sí? – Cris empezaba a tener un plan en su cabeza – Demuéstramelo. Y si no puedes, tendrás que devolverme a mis amigos.

La Bruja mordió el anzuelo que le tendía Cris y aceptó el reto.

-- Vamos a concursar en cualquier cosa, y ya verás cómo te gano. Y cuando te gane, te llevaré a ti también secuestrada.

-- De acuerdo –aceptó Cris—Pero yo elijo el juego, que soy más pequeña y no soy bruja.

La Bruja, muy convencida de su superioridad, le dejó elegir el juego con el que iban a competir.

-- Vamos a jugar a las canciones – le dijo Cris que era capaz de tocar de oido casi cualquier canción e iba a clases de música y al coro – Una tararea una canción y la otra tiene que reconocerla. La primera que se equivoque, gana.

La Bruja empezaba a sentirse algo insegura, hacía décadas que no escuchaba más canciones que las nanas que las madres cantaban a los niños mientras ella esperaba al lado para meterse en sus pesadillas, pero como era una bravucona, siguió adelante.

--¡Te voy a ganar, mocosa!

-- Ya veremos, empieza tú –le dijo Cris.

La Bruja empezó a tararear las notas de una nana, no recordaba ninguna otra canción en ese momento…Estaba segura de que una niña tan mayor no se acordaría ya de ninguna nana.

-- ¡Es la Canción de cuna de Brahms! – adivinó Cris.

-- ¡Pero si es una nana! Tú no deberías escuchar nanas – se enfadó la bruja.

-- Serás tonta…¡es una composión clásica preciosa! Y Brahms un gran músico, bruja analfabeta. Ahora me toca a mí…a ver si sabes qué es esta canción.

Y Cris empezó a entonar las notas del Himno a la Alegría. Tal como imaginaba, la Bruja no había escuchado nunca una Sinfonía de Beethoven, y no sabía qué estaba cantando.

Cuando Cris terminó, la Bruja aún no había aventurado un título.

-- ¿El himno del Sporting? – insinuó la Bruja.

-- ¡Jaja!, te has confudido. Es la Novena de Beethoven.

--¿Y ese en qué equipo juega?

-- En el Atlético Solfeo – se burló Cris – Ahora tienes que cumplir tu palabra.

Y a pesar de lo mucho que le fastidió a la Bruja cumplirla, tuvo que hacerlo, existe una comisión deontólogica en el Colegio de Brujas que vigila que ninguna de sus miembros incumpla una promesa, para mantener el buen nombre del colectivo, so pena de expulsión y quema del sombrero.

Así regresaron todos los compañeros de Cris, que nunca habían pasado tanto miedo jugando al escondite.

Pero, cuando ella les contó cómo había derrotado a la bruja, se rieron tanto con la historia que ya no tuvieron pesadillas esa noche, ni pasaron nunca más miedo en Halloween.

Eso sí, empezaron a aplicarse mucho más en las clases de música, para no parecerse a la bruja tonta que no conocía ni el Do-Re-Mi.

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