viernes, 26 de octubre de 2007

El conejo que comía flores.

El conejo que comía flores




Miqui era un conejo gracioso y pequeñito.

Era hijo de una coneja que había ganado un montón de premios, una coneja con un pedigrí envidiable entre los conejos. Su madre había ganado todos los premios posibles entre las mascotas como ella.

Cada uno de sus hijos, todos los hermanos anteriores a Miqui, también habían sido conejos galardonados.

Pero, cuando Miqui nació, los dueños de su mamá se sintieron desilusionados: Miqui era flacucho y no sabía levantar sus orejas.

Los niños de la familia de Miqui y su mamá practicaban atletismo en una pista a las afueras de la ciudad, y empezaron a llevar con ellos a los conejos, para que respiraran aire puro y corrieran un poco por los prados, en espera de que el bebé conejo mejorara de aspecto.

Allí también practicaba atletismo Jimena, una niña morena y vivaracha que iba a cumplir ocho años.

Le gustaban mucho las mascotas y, en cuanto vio a los conejos, se quiso hacer amiga de ellos.

La mamá coneja, muy presumida, no le hizo caso, pero Miqui agradeció sus caricias: en su casa nadie le acariciaba, porque les parecía feo. En pocos días se hicieron amigos.

La familia de Miqui seguía sin conseguir que el conejo pareciera lustroso y feliz. En cambio, Jimena había empezado a lograr que el conejito la siguiera caminando por el campo cercano a las pistas de atletismo donde entrenaba.

Un día, Jimena se dio cuenta de que el conejito miraba extasiado un prado cercano lleno de flores. Lo cogió en brazos y lo llevó hasta ellas.

Para su sorpresa, ¡Miqui empezó a comerse las flores!

Comía como nunca había comido la comida preparada que le daban en su casa y que no terminaba, motivo por el que no terminaba de engordar ni de recuperar brillo en su pelaje.

Cada día, Jimena llevaba a escondidas a Miqui al prado con flores, donde se atiborraba de ellas.

Una tarde, uno de los niños de la familia de Miqui la sorprendió.

Se burló del conejito y de ella y corrió a contárselo a sus padres. La abuela de Jimena, que la llevaba cada día a entrenar, les explicó que la niña se había hecho muy amiga del conejito. Los dueños le dijeron que estaban pensando en librarse de él, porque no les gustaba: no comía apenas y no podría ganar premios.

Cuando a la semana siguiente Jimena celebró su cumpleaños, sus abuelos la sorprendieron con el mejor de los regalos:

¡Miqui!

Se lo habían comprado a sus dueños, para que Jimena y él pudieran ya estar juntos para siempre.

Pero los abuelos le dijeron que el conejito no comía bien, y que podría enfermar si seguía así, que tendría que cuidarlo mucho.

Jimena siguió llevando a prados con flores a Miqui, y allí las comía y comía, pero las flores, por muy bonitas que sean, son poco nutritivas, sobre todo para un conejo.

La comida enlatada la rechazaba, y el conejito seguía flacucho.

Ese fin de semana, Jimena fue a la compra con su madre y su hermana, Triana. Al pararse en el puesto de las verduras vio unas zanahorias tan bonitas como no había visto otras:

Tenía todo su tallo verde, como si fuera un ramillete. ¡Y tuvo una idea!

Convenció a su madre para comprar media docena, las ató como si fueran un ramo, y paró por el camino a recoger flores silvestres con su hermana.

Al llegar a casa, trenzó entre las hojas de las zanahorias las flores recogidas, y se las ofrecieron a Miqui.

El conejito levantó las orejas, por primera vez en su vida, al olisquear aquella rica comida que parecía todo un prado de flores en su casa.

Y se lanzó a comer como un loco las zanahorias. Se las terminó en menos tiempo de lo que se tarda en contarlo.

A partir de entonces, Jimena le dio zanahorias a su conejo cada día, mezclándolas con margaritas, pensamientos, siemprevivas, o cualquier tipo de flor que encontraba en el campo.

Y Miqui creció y engordó, su pelo empezó a brillar, aprendió a levantar las orejas mejor que ningún otro conejo y…¿sabéis qué?

Que en su cumpleaños Miqui ganó su primer concurso.

Aunque a Jimena no le importaba que su conejito ganase o no, para ella siempre había sido un campeón.



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